Nadie es profeta en su tierra. Las plantas, tampoco. Nuestras especies nativas, no es que hayan perdido la competencia en los jardines locales, frente a las especies foráneas… es que ni siquiera están en competencia con los pensamientos, verónicas, pelargonios, buganvilias y liquidámbares, por sólo nombrar algunos íconos de la jardinería actual que pululan en terrazas y patios.
En la otra cara de la moneda, las chilenas alstroemerias, calceolarias, schizanthus (injustamente llamados «orquídea del pobre»), o el «palito amargo» (Salpiglossis), han tenido una enorme aceptación en gran parte del mundo. En los últimos años algunas, incluso, nos sorprenden y seducen como «nuevas» variedades de flores en los comercios de plantas.
No sospechamos que muchas de ellas, ahora de moda, fueron extraídas desde nuestro país, se hibridaron en el extranjero, y ahora se nos devuelven con una presentación atractiva y un precio que de buena gana estamos dispuestos a pagar. Es el precio, en realidad, de que los botánicos nacionales no hayan puesto mayor atención a un rubro que recién se descubre como interesante o lucrativo.
No sólo sucedió con Chile. Pasó también con los tulipanes y jacintos, oriundos del Medio Oriente, pero popularizados por Holanda; o los amarilis, que provienen de países tropicales de Sudamérica. Otro fenómeno es la «invasión» de nuestros campos, costas y cerros por especies como el dedal de oro, el sauce llorón o la malvavisca, procedentes de California y China.
Apegadas al clima
En honor a la verdad, las plantas nativas –sobre todo las herbáceas- no siempre se comportan como nos gustaría: su follaje por mucho que las reguemos empieza a secarse tan pronto termina la temporada de lluvias, de manera definitiva o temporal (por receso vegetativo). O simplemente no prosperan nunca en cultivo, o disminuye su calidad ornamental. Esto sucede básicamente con las especies de la zona norte y centro de Chile, acostumbradas a que llueva sólo en invierno. En todos los casos anteriores, su mejoramiento genético previo se impone y – este mejoramiento- aún no estamos en condiciones de realizarlo en Chile, en la mayoría de los casos.
Por lo pronto, lo que podemos hacer es comprarlas en lugares especializados. O bien llevar a nuestras ciudades semillas de especies oriundas de más al sur del país. Entre las del centro-norte, podemos escoger las que se mantengan verdes o no desluzcan de manera significativa a través del año. No obstante, las anuales, o aquellas perennes que pierden parcialmente su belleza con el paso de las estaciones, resultan adecuadas en jardines de bajo mantenimiento. Pueden incluso dejarse al libre albedrío de la naturaleza. En cuestión de gustos, tampoco hay un sólo profeta.
Las nativas en el jardín
Al introducir especies nativas en nuestro jardín estaremos contribuyendo a propagar y preservar nuestra flora autóctona.
No muchos viveros se han especializado o incursionan en la venta de plantas nativas. En Santiago y en otras regiones, Sodimac Homecenter, en su área «Botánica», ofrece cada vez más opciones para atender al creciente interés de muchos chilenos por estas especies.
A continuación mostramos algunos ejemplos de plantas nativas dignas de destacar por su valor decorativo. Se han agrupado en relación con su porte o hábito de crecimiento.
Árboles:
Aunque la palma más común en nuestras ciudades es la que proviene de Canarias, la autóctona de Chile (Jubaea chilensis) tiene ciertas gracias que no encontraremos ni en las que adornan la tropical Miami. Es la más austral de todas las palmeras y su tronco contiene una miel comparable a la de las abejas.
La araucaria de la Araucanía (Araucaria araucana), no la brasileña ni la de Nueva Zelanda, fue por decreto real, durante la época victoriana, un cultivo obligatorio en todas las moradas de la nobleza británica.
– Palma chilena (Jubaea chilensis)
– Pehuén (Araucaria araucana)
– Patagua (Crinodendron patagua)
Arbustos:
Otra especie chilena que ha colonizado Inglaterra es el chilco (Fucsia magellanica), que crece a lo largo de muchas vías de ferrocarriles de esa parte del mundo. En Chile, curiosamente, esa «función» la cumplen los californianos dedales de oro.
Y si no tenemos piñas comestibles como en el trópico, en cambio tenemos algunas de las Bromeliáceas más grandes del mundo, los chaguales.
– Chagualillo (Puya coerulea)
– Chagual chico (Puya venusta)
– Chilco (Fucsia magellanica)
Schizanthus nativos:
Las líneas de la «orquídea del pobre» son más puras. Los colores y en general toda la planta tienen una forma más natural. Los tépalos tienen un brillo cristalino mientras que las tonalidades pastel de los híbridos son opacas.
– Schizanthus sp.
– Schizanthus litoralis
– Schizanthus sp.
Alstroemerias nativas:
Las alstroemerias nativas presentan mezclas de color contrastantes, muchos de los cuales no han podido ser imitados. Su duración en los floreros es incluso mayor que la de los híbridos holandeses. La ventaja de éstos es que conservan verde la hoja y el follaje es más compacto.
– Alstroemeria peregrina
– Alstroemeria cummingiana
– Alstroemeria hookerii
– Alstroemeria magnifica
– Alstroemeria pulchra
Herbáceas:
De algunas de estas herbáceas aún no se producen «sucedáneos» comerciales. Nuestra flora es tan variada y rica que oportunidades no faltarán para hacerlo en casa.
– Capachito (Calceolaria corymbosa)
– Viudita (Conanthera campanulata)
– Huilmo rosado (Olsynium phillipii)
Enredaderas y cubresuelos:
Tenemos pasionarias endémicas, vistosas como las del Amazonas. Verbenas que se extienden como magníficos cubresuelos. Y una diversidad de enredaderas inagotable.
– Malla (Tropaeolum brachyceras)
– Soldadito (Tropaeolum tricolor)
– Flor de la Pasión (Pasiflora pinnatisitipula)
– Verbena chilena (Glandularia laciniata)
Cactáceas y Orquídeas:
Las orquídeas chilenas crecen directamente en el suelo, a diferencia de las tropicales, que por lo general se desarrollan sobre otras plantas.
Los cactus nos recuerdan que las múltiples zonas climáticas del país han originado casi todo lo que la flora del planeta puede mostrar.
– Quisco (Echinopsis litoralis)
– Quisquito (Neopoteria subgibbosa)
– Flor del bigote (Bipinnula fimbriata)
Bulbos:
Chile es el segundo país del mundo, después de Sudáfrica, en riqueza y diversidad de especies nativas «de papa», conocidas científicamente como geófitas. Mantienen una estructura subterránea permanente (bulbos, cormos, rizomas o túberos) que preserva su existencia durante la temporada desfavorable: sequía o temperaturas invernales muy bajas; mientras que brotan y florecen durante un tiempo corto, casi siempre durante la primavera. El desierto florido y la precordillera alta, son prototipos de hábitat con abundancia de este tipo de plantas. Pero las hay en casi todo el territorio nacional.
– Añañuca de fuego (Phycella bicolor)
– Añañuca de la gloria (Rhodophiala advena)
– Añañuca amarilla (Rhodophiala bagnoldii)
– Macaya (Placea arzae)
– Huilli piyama (Leucocoryne sp.)
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