Propio del campo y grandes explanadas, el jardín silvestre es sinónimo de libertad y encanto. Su intenso colorido transmite sensaciones de alegría y también paz. Esta libertad también tiene sus principios de armonía, que se pueden poner en práctica en cualquier jardín de ciudad: invite a la naturaleza al suyo y llénese de color y fragancias.
¿Cuáles son sus características del Jardín Silvestre?
Este tipo de jardines se caracteriza por su variado colorido y diseño informal.
La asimetría de formas, alturas y plantación irregular son la regla principal, que imprime gran movimiento.
Es fácil de mantener y no exige grandes cuidados.
Recibe todo tipo de plantas, especialmente aquellas que se reproducen solas o con un mínimo de apoyo.
Por lo general no abre espacio a un foco visual destacado (un ejemplar raro y desconocido como protagonista): la idea es que todo se luzca.
No hay reglas en cuanto a tamaño de los manchones de color, lo que permite insinuar el toque silvestre en cualquier espacio.
Es ideal para quienes se maravillan con tesoros vegetales en retirada o plantas «antiguas», de los cuales sacan patillas o recogen semillas para multiplicar.
Eso sí, no hay que confundir silvestre con descuido: el jardín silvestre también necesita equilibrio, ritmo y armonía, como todo aquello que invita a la contemplación.
¿Cuáles son sus especies típicas para el jardín silvestre?
Aunque por definición un jardín silvestre acoge todo, sus principios apuntan a especies poco delicadas, dispuestas de tal modo que unas y otras muestren su gracia y colorido. Entonces, más que detallar lo que debe incorporarse es mejor destacar lo que no debe faltar.
Las especies de flores y arbustos tipo péndulo, de ramas colgantes desde las que se descuelgan flores
Los cubresuelos coloridos, de hojas y flores pequeñas, de modo que cubran la tierra entre las plantas y se encaramen entre medio de ellas.
Las enrededaderas o trepadoras floridas.
Flores silvestres.
Bulbos clásicos.
Por supuesto, si el espacio lo permite, árboles para una esquina sombreada.
Lo importante es escoger especies «carne de perro», poco propensas a pestes y de poca mantención.
¿Qué tenemos que evitar en el jardín silvestre?
Evite a toda costa las plantas de estación, como las Orejas de Oso, Prímulas, Petunias y Cinerarias.
¿Cómo montar el jardín silvestre?
Los manchones de color, flores que asoman inesperadamente entre arbustos y un aire de «desorden ordenado» son la tónica.
Para armar macizos, respete las alturas: árboles atrás, arbustos y trepadoras contra el muro o pilares; luego, las flores altas combinadas con arbustos verdes, a continuación aquellas de menor altura, para terminar con bulbos y finalmente cubresuelos.
Las Tompinanbur y Achiras son altas (más de 1 m.); los Cosmos son algo más bajos (80 cm.); en la escala continúan las Margaritas, las Rudbekias, las Aquilegias, las Rosas Iceberg, los Lirios e Iris, las Valerianas y Dimorfoteca (que crecen a lo ancho) y las Espireas Bumalda; algo más bajos, los Penstemon, Lupinos, Agapantos, Amarilys y Flor de un Día. Pequeñas son las Lágrimas de la Virgen, Coreopsis y Chinitas.
Para que transmita armonía, impóngase algunas reglas de combinación, de modo que su jardín no parezca un muestrario: por ejemplo, puede plantar siguiendo líneas horizontales de color; o bien, en manchas, para lo cual le aconsejamos ir agrupando colores y alturas de modo que se note ritmo y movimiento.
Al plantar considere el tamaño que alcanzarán sus flores: entre las que tienen volumen –como las Valerianas, Dimorfotecas o Paqueret- interrumpa con flores de vara, como las Topinambur o Cosmos. Asegúrese también que les dé suficiente sol. Entre cubresuelos plante Hemerocalis o bulbos bajos.
Use los troncos de árboles para guiar trepadoras delicadas, como los Clarines, la Copa de Vino o el Zapatito de la Novia.
Los jardines pequeños también pueden transformarse en silvestres, sin embargo, deberá poner más atención al crecimiento de las plantas y darles un orden armónico -según color y tamaño- para hacer rendir el espacio.
Cree rincones interesantes, con especies perennes. Para hacer orillas variadas mézclelas con arbustos o con bulbos de primavera, y con plantas anuales de largo período de floración.
Cuidados básicos del Jardín Silvestre
Para que luzca siempre hermoso, considere los cambios que obrarán en su jardín las estaciones. Es importante plantar especies que se sucedan en términos de floración, y combinar los árboles y arbustos de hoja caduca.
La mayoría de los bulbos y algunas flores desaparecen en invierno. Excepciones son el Agapanto, las Amarilis, el Paqueret, las Valerianas y la Dimorfoteca: téngalo en cuenta a la hora de combinar de modo que nunca tenga «pelones».
Evite que luzca descuidado y realice las labores mínimas de todo jardín. Desmalezar, sacar las plantas o flores marchitas; podar árboles y arbustos, de vez en cuando, se torna una necesidad.
Agregue tanta materia orgánica como le sea posible. Esto es esencial si quiere mantener o incrementar la fertilidad natural del suelo. Cualquier cosa que vivió se degradará y proveerá de nutrientes a la tierra y a las plantas que crecen en ella. Por ejemplo, gangrena del manzano; madera infestada con hongos de la miel; restos de podas y las hojas caducas, entre otros, son fertilizante muy valiosos que generalmente son desperdiciados.
Las plagas o enfermedades que puedan aparecer en las plantas deben ser tratadas inmediatamente para que no proliferen.
Con el fin de ayudarlas a luchar contra plagas y enfermedades pruebe esta receta natural: Agregue un ajo machacado y un manojo de flores de manzanilla a medio litro de agua hirviendo. Apártelo del fuego, cúbralo y déjelo reposar 12 horas. Luego viértalo sobre la tierra que rodea a la planta.
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