Un jardín silvestre puede acoger muchas y variadas especies que, en general, requieren pocos cuidados. Lo importante es conocerlas en detalle, para disponer sus formas, texturas y colores de manera tal que les permita desplegar toda su gracia natural.
A continuación, lo que nunca debe faltar en un jardín silvestre:
Las especies de flores y arbustos tipo péndulo, de ramas colgantes desde las que se descuelgan flores.
Los cubresuelos coloridos, de hojas y flores pequeñas, de modo que cubran la tierra entre las plantas y se encaramen entre medio de ellas.
Las enrededaderas o trepadoras floridas.
Flores silvestres.
Bulbos clásicos.
Por supuesto, si el espacio lo permite, árboles para una esquina sombreada.
Lo importante es escoger especies «carne de perro», poco propensas a pestes y de poco mantenimiento.
Especies péndulo recomendadas
Chilco o fucsias, de pequeñas campanas rosadas.
Lila y lila japónica (bello híbrido de flores más pequeñas que la lila).
Ligustro péndulo, de perfumados racimos de florcitas blancas.
Cerezo péndulo, de pequeñas hojas alargadas y flores rosadas.
Waegelias, de ramillas de gran florescencia.
Corona del poeta, de flores blancas.
Choysia, de flores blancas fragantes y hojas muy brillantes.
Forsytia, de flores pequeñas de amarillo intenso.
Dimorfoteca, planta colgante o arbustiva de flores rosadas con el centro lila.
Campánula, ideal para desniveles: se llena de flores moradas o rosadas, como campanitas.
Cubresuelos
Verbena rastrera, de flores fucsias.
Ajuga, de espigas azules (ojo, es delicia de caracoles).
Doca, especial para zonas costeras.
Hipérico rastrero, de flores amarillas: no conviene mezclarla con otros cubresuelos porque es muy invasiva.
Oxalis, de hojas parecidas al trébol y con flores rosadas.
Polígono, siempre verde, llega a formar un colchón de pequeños pompones rosáceos.
Vitadinia, de flores blancas y que alcanza cierta altura, enroscándose en especies de mayor tamaño.
Alyssum, de flores diminutas blancas o amarillas.
Trepadoras y enredaderas coloridas
Lantana, de pequeños racimos de flores bicolores (naranja-amarillo /rosadas-lila).
Heliotropo, parecido a la lantana, cuyas flores lila son muy perfumadas.
Flor de la Pluma, incomparable, aunque hay que cuidar los techos de teja.
Buganvillea, de preferencia fucsia, más resistente a heladas.
Jazmines: de Hélice, Español, amarillo, hay para elegir. La variedad Poliantum llega a formar verdaderos muros desde donde descuelgan racimos de flores perfumadas.
Bignonia o alguna de sus parientes, como la llamada «dos hermanas» o la «copa de vino», de hojas perennes.
Zapatito de la Novia: pequeña y delicada, pero de fácil cultivo; se llena de campanitas moradas y forma un verdadero encaje apoyada en otras plantas.
Madreselva, enredadera invasiva e ideal para un gran jardín de campo.
Suspiro, precioso con sus campanas grandes y azulosas.
Rosas trepadoras, como la rosa Kostel (o Cóctel) o las blancas.
Clemátide, de grandes flores de cuatro pétalos blancos con centro amarillo; se reproduce simplemente por esquejes plantados directamente en tierra, al final de la primavera, o por las semillas que viajan con el viento.
Plumbago, de flores azules.
Flores de fácil cultivo en el jardín silvestre
Valeriana, arbusto bajo que forma grandes manchones de flores color fucsia o blanco; se reproduce sola
Cosmos, con sus maravillosas manzanillas blancas, fucsias, moradas o rosadas; al terminar su floración veraniega, el viento esparce sus semillas para el próximo año; también pueden hacerse almácigos.
Aquilegias, cuyas ramas delgadas se repletan de campanas anaranjadas y centro amarillo; se reproduce por sus propias semillas.
Penstemon, de varas floridas que crecen en manchones
Lupinos, de grandes racimos verticales floridos en tonos amarillos, anaranjados y lilas; se reproducen por las semillas que se cosechan de sus vainas secas
Clarines, pariente de la arveja, de tallos delicados que se trepan en otras plantas o muros y se llena de coloridas flores redondeadas; se reproduce por las semillas de sus vainas, al final de la floración (como toda leguminosa, aporta potasio al terreno, lo mismo que el lupino)
Margaritas, preciosas aunque propensas al pulgón
Rosas como la iceberg y la perfumada Malva.
Rudbekia perenne, Delfinio perenne, Coreopsis, Chinitas
Espirea Bumalda, de flores rosadas.
Bulbos y rizomas para el jardín silvestre
Los rincones de bulbos o rizomas –especialmente los antiguos, de poco cuidado- son especiales para el jardín silvestre: Lágrimas de la Virgen, Amarylis Rosadas, Lirios, Iris, Achiras, Hemerocalis, también llamada Flor de un Día. No todas se encuentran en jardines comerciales: por eso, no deje de pedir «papas» si tiene la ocasión de visitar parcelas o, incluso, en medio del campo; el momento apropiado para sacar y dividir es justo después de la floración.
Gran aporte hacen los manchones de agapantos, que iluminan con sus campanas azules en verano; se reproducen fácilmente por división de matas.
Las papas Topinambur, de grandes flores amarillas que nacen de altas varas; es una planta de rizomas que van cundiendo solos a través de la tierra entre temporada y temporada (no se venden en jardines, pero abundan en casas antiguas y bordeando canales en la Panamericana Sur).
Alstromerias, silvestre por excelencia ya han sido trasladas al comercio. Sus rizomas se multiplican solos y se pueden dividir las papitas cuando las flores se secan, en verano.
Arbustos y árboles
Especies nativas son muy apropiadas para estos jardines: exigen pocos cuidados, son sanas y, además, florecen. Son ideales para verdear muros, ya que no pierden la hoja. Entre ellas: Arrayán, Mirto, Corcolén, Ñipa y Canelo
En árboles: Maitén, Patagua y Quillay.
Arbustos como la Kerria –de pompones amarillos- y el Cianoto, de gran florescencia azul, aunque propenso a enfermedades radiculares.
Para sombrear, siempre que el espacio lo permita, el Castaño de la India, magnífico y enorme.
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