Seguramente lo has observado: entre los árboles coloridos del otoño, también están allí presentes y mezclados los árboles perennes, que -teóricamente- deberían poder sostener su potencial verde aún en invierno . Pero eso no siempre es así y no es sólo la temperatura baja la única responsable, sino una conjugación de factores que atentan contra el follaje vigoroso y saludable que siempre nos gustaría ver.
Veamos qué podemos aprender al respecto… y comienzo por decirte que la decoloración del follaje siempre verde durante el invierno se produce básicamente por cuatro razones:
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Excesiva transpiración
El sol del invierno y el viento provocan excesiva pérdida de agua a nivel del follaje. Mientras que las raíces están en el suelo congelado y por tanto no son capaces de reemplazar el agua perdida. Esto da lugar a la desecación y el oscurecimiento del tejido foliar de la planta.
Calentamiento tisular
Los brillantes días soleados durante el invierno, también causan un calentamiento del tejido foliar por encima de la temperatura ambiente que a su vez promueve elevada actividad celular. Luego, cuando el sol se va rápidamente y el árbol queda a la sombra muchas horas, y la temperatura de las hojas cae a niveles perjudiciales, a tal punto que follaje queda herido o muerto.
Foto – oxidación
Durante los días luminosos y fríos de invierno, la clorofila en las hojas se destruye (foto-oxidación) y no consigue ser resintetizada cuando las temperaturas están por debajo de -2 °C. Esto da lugar a una importante decoloración del follaje.
Inviernos “prematuros”
Las muy bajas temperaturas a principios del otoño, antes de las plantas se haya endurecido por completo a finales de primavera o que hayan entrado en su “letargo” después de un vigoroso período de crecimiento, pueden causar lesiones o la muerte de este tejido no aclimatado. Estas muertes por congelamiento prematuro suelen ser fatales en algunos casos para toda la planta.
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